El proyecto persigue dar viva a un espacio en desuso y degradado con un claro potencial espacial. La relación y la puesta al servicio de la arquitectura con el usuario son las claves para afrontar el encargo. La relación con el trazo, las formas orgánicas y el mar en la obra del artista dio lugar a la curva como punto de partida para abordar el proyecto.

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El espacio, una nave industrial de forma rectangular cuenta con 300 m² en planta baja, con 7 metros de altura y 100 metros cuadrados en una entreplanta. Dadas las características de la obra artística del Iñigo Manterola, el nuevo estudio-taller de necesitaba varios espacios fundamentales: Un taller de escultura de grandes dimensiones, un espacio independiente para la pintura, una zona de galería, una sala de reuniones y un conjunto de pequeños espacios para trabajos de carpintería y oxidación.