Nos enfrentamos a un proyecto complejo, la creación de una “fábrika” en la que se imparten conocimientos, no directamente vinculados con la técnica profesional (hard skills) sino a competencias emocionales y morales necesarias para el buen entendimiento y trabajo entre personas (soft skills).

 

En definitiva se trata de una “fábrika” en la que se trabaja con personas. Por ello el concepto “fábrika” y el concepto “persona” son las claves, a nivel teórico, para resolver el proyecto con un doble lenguaje.

 

Por un lado, prima el carácter industrial de una fábrica. En cuanto a adecuación del programa,  éste se proyecta  con un orden riguroso y lógico. Los espacios se organizan de una forma simple y eficaz en el que las conexiones y posibilidades de cambio que se ofrecen, favorecen al propio proceso de aprendizaje de los alumnos. En cuanto al proceso constructivo, se opta por la utilización de componentes industrializados.

 

Por otro lado, prima el carácter humano. Partiendo de que las emociones mueven a las personas se persigue que el propio edificio sorprenda y emocione al usuario con la propia experiencia de vivirlo,  no únicamente por lo que aprenderá en él, sino por lo que el propio edificio pueda aportarle.

 

Exteriormente, el edificio ofrece una imagen sobria de volumen rotundo conformado por una envolvente de espuma de aluminio con grandes huecos en forma de troneras de madera. Según el usuario se acerca, descubre e intuye el interior gracias a las transparencias en el cerramiento que dejan entrever a través de los paneles perforados.

 

Interiormente, se aprecia una clara y potente  estructura de hormigón de la que cuelgan las diferentes piezas del programa. Existe un importante juego de volúmenes interiores en dobles y triples alturas, miradas cruzadas y diferentes tipos de conexiones que aportan gran movimiento y emoción al espacio.

 

Los principios inspiradores del proyecto a nivel técnico y constructivo son el de la resiliencia  y la sostenibilidad.